miércoles, 26 de octubre de 2011

Las hojas que truenan...

No dejo de sorprenderme con el pasar de las semanas, lo poco y lo mucho que me conozco. Igual no dejo de sorprenderme por este lugar, cada momento tiene algo que contarme, y trato de escuchar lo más que puedo, por eso últimamente ya no cargo mi ipod en mis vueltas callejeras. Cada mañana tomo diferentes caminos para llegar a la escuela, caminos que ahora están llenos de hojas que truenan con el pasar de las las llantas de mi bicicleta. La escuela ya dejo de ser esa aventura del otro mundo, donde todos hablaban un idioma diferente. Ahora empiezo a comprender y a la vez como un amigo me dijo aquí, entre más entiendes, menos lo haces. Sigo sin entender nada. Mucha gente a mi alrededor todo el tiempo, estoy constantemente con mentalidades opuestas, unas abiertas, unas más cerradas. Estoy contento de escuchar otras opiniones, pero a la vez veo a toda la gente de mi edad aquí y no puedo dejar de pensar en todos en mi país, es gracioso. Todos estamos en el mismo lío: La adolescencia. Amor en tiempos de redes sociales, dramas, problemas en casa, problemas de identidad. También me he dado cuenta aquí lo mucho que me gusta observar y escuchar a la gente, me gusta compartir sus sentimientos, y aunque no ocurre todo el tiempo, es bueno saber que hablemos francés, chino, ruso, hay algo que siempre nos va unir como seres humanos. Los sentimientos, el lenguaje universal. Ver a toda la gente acá no deja de sorprenderme tampoco. Mis días transcurren entre lo imprevisto y lo meramente improvisado. Siempre estoy haciendo algo, los ultimos fines de semana he empezado a tomar el metro para Montreal, con algunos amigos y de vez en vez solo. Gente que entra y que sale, como en la vida misma. Gente amable que le cede sus asientos a mujeres mayores, gente que las ignora, una mujer que llora con un libro, otro con cara de hueva ante todos, otros muchos desconectados en su ipod. Los días se pasan rápidos. Hay cierto aire de esperanza en cada mañana, también hay cierto miedo y confusión que siguen ahí, con mi vida. Pero es algo normal, algo que he aprendido a aceptar, las cosas que no puede uno controlar. Aquí y en México todo tiene un giro, pero a la vez no.... Me gusta observar la vida aquí, y últimamente es gracioso formar parte de ella, la forma en que la gente al igual que en mi país se frustra por cosas tan pequeñas, por detalles tan insignificantes, como aquí todos se pueden apasionar por las cosas, como aquí todos pueden ignorar lo demás, es difícil escribir memorias de mis días aquí, todos los días escribo y no es hasta unas semanas después que encuentro sentido a mis escritos, empezare poco a poco poner unos aquí, una especie de reflexión a mi yo interno, o no sé, llamenle como quieran. Al final todo es sentimientos. Aquí respiro emociones, de una forma diferente. 

lunes, 24 de octubre de 2011

De olvidos y regresos

He dejado este lugar en el completo olvido. Cierto, y no es que aya dejado de escribir, al contrario. Pero desde hace algún tiempo me cuesta compartir escritos y demás en estos blogs, así que me estoy volviendo a acostumbrar, y veo esto como una especie de bitácora de viaje, como un amigo me decía hace poco que debería ponerle a este lugar, pero el nombre sigue.
Antes de que sigan leyendo les quiero compartir sobre el nombre del blog. Cuando llegue aquí (quizá todavía) pensaba mucho en el mar, no sé por que, pero era un lugar recurrente en muchos de mis sueños, y en cosas que escribía, de repente se volvió una especie de obsesión, y sin darme cuenta el mar estaba todos los días en mi cabeza, y dandole una interpretación un día aquí, pensé en el reflejo de la calma, el reflejo mismo de mi infancia, de pequeño me fascinaba el mar, no había mejor lugar en entonces aquel pequeño mundo que el estar dentro de el, luego empanizarme sobre la arena y rodar todo el día, jugar con castillos, con mi imaginación. Sin rendirle cuentas a nadie ni a nada, sin presión, sin pretender, quizás solo, pero al final feliz, inconscientemente feliz. También de chico me gustaba imaginar que había más aya de donde me permitían mis papas, o los salvavidas (claro) y me imaginaba en este lugar sin final, pero que extrañamente me llamaba mucho la atención, un lugar lleno de alegría, donde mi imaginación no tenía limites, no había orillas, estaba en medio del mar, no podía ver a mis papas, ni a los salvavidas, no tenía a nadie que me sacara de ahí. Pero eso era felicidad, el mar era tranquilidad, era paz. Y sin darle una razón exacta a mi obsesión con el mar, me gusta pensar que cuando llegue aquí pensaba mucho en aquel sentimiento de infancia. Hoy después de algunos, tantos años, encontrarme en un nuevo lugar, alejado de tantas cosas, pero a la vez unido de otras muchas más... y sobre todo buscandome aún fuera del mar, entendiendo mis sentimientos, al mundo ajeno, el porque de las cosas, descubriendo mi lado malo y rescatando el bueno, cayendo y levantando. Ahora me veo encerrado en este cuerpo temporal, en esta experiencia. En estos sueños. Al final todo me remite a sentimientos. 

Ahora si prometo actualizar este lugar, gracias por leer.